La visión que tienen los medios de comunicación de la figura del traductor profesional.
¿Os imagináis un mundo sin traductores? A no ser que supiéramos arameo, hebreo o griego antiguo no tendríamos acceso ni siquiera a la Biblia. La literatura universal tampoco existiría, porque la mayor parte de los lectores es incapaz de leer en árabe, ruso u otros idiomas que son muy diferentes a las lenguas romances, y sin embargo la figura del traductor sigue siendo despreciada y además se mantiene en el anonimato.
Y aunque el papel del traductor es fundamental, lamentablemente, a lo largo de nuestro trabajo hemos observado que en algunos casos su nombre se mantiene en el anonimato.
Según María José Hernández Guerrero en La traducción periodística en los diarios españoles de información general, podemos ver, una vez más, la importancia que dan algunos de los medios de comunicación españoles a la figura del traductor y su actividad. Se dice que España es el país que peor trata y paga a sus traductores. Por otra parte, vemos que a menudo los periódicos publican artículos de opinión traducidos en sus secciones, pero en la mayor parte de éstas, como en el caso de El País y El Mundo no suele aparecer el nombre del traductor. Esto implica una falta de transparencia que no permite al lector saber que está leyendo una traducción y mucho menos quién es la persona que hace posible su lectura en el texto meta. Es una clara muestra de la desconsideración que existe hacia esta profesión. El País, en el pie de texto de algunos de sus artículos suele incluir el nombre del autor de la traducción; sin embargo, en El Mundo pasa todo lo contrario, no suele figurar el nombre de los traductores en ninguna de sus secciones. La única marca que indica al lector que se trata de una traducción se encuentra en el encabezamiento del artículo, donde aparece únicamente el nombre del autor extranjero pero no el del traductor.
En varias ocasiones hemos escuchado en las críticas literarias y cinematográficas, en las noticias y en el público en general, la típica frase de que un libro o película está mal traducida porque no dice exactamente lo que pone en el original. Se suele pensar que traducir implica simplemente tomar las palabras de un idioma y encontrar su equivalente en el otro, es decir, traducir de forma literal. Este oficio tan complejo y que conlleva tanto riesgo de error y por tanto de consecuencia, sobre todo en la traducción técnica, no recibe más que críticas negativas. Como las del blog del diario El Público, donde han publicado una noticia con una frase peyorativa que podemos encontrar en varios medios de comunicación, esta es: «Traduttore, traditore», que utilizan los italianos para referirse al traductor.
Sin embargo, podemos decir que afortunadamente la figura del traductor va cambiando, aunque sea poco a poco. Un ejemplo de esto sería el caso de la Consejería de Justicia Catalana que a partir del 2014 exige que a los juicios acudan sólo profesionales como intérprete, cosa que hasta ahora no se cumplía. Empezando por las instituciones públicas, poco a poco se toma consciencia de que para ser un buen traductor o intérprete no alcanza con saber hablar más de un idioma, además debe ser tanto bilingüe como bicultural.
Para terminar, nos gustaría remarcar que gracias al estudio realizado llegamos a la conclusión de que los traductores o bien están «en la sombra» o bien están condenados a una crítica constante. Como decía Goethe: «Digan lo que digan de lo inadecuado de una traducción, esta tarea es y siempre será uno de los emprendimientos más complejos y valiosos de los intereses generales del mundo».